sábado, 15 de septiembre de 2012

Hipotesis de las posibles ubicaciones de la batalla de Munda


Como es sabido, la «llanura de Munda» o campus Mundensis, así como el correspondiente oppidum del mismo nombre, en cuyos aledaños tuvo lugar la batalla decisiva de César frente al hijo mayor de Pompeyo Magno, Gneo Pompeyo el Joven, el 17 de marzo del año 45 aC, permanece aún día sin localizar de una manera definitiva.

Actualmente, son dos las propuestas que se disputan la ubicación de la llanura y de la ciudad, y ambas se remontan al siglo dieciocho o comienzos del diecinueve. Ambas tienen en su origen a valedores españoles. En un caso, la ciudad elegida es la cordobesa de Montilla y la llanura, los llamados Llanos de Vanda. En el otro, el lugar se sitúa al oeste de Osuna, pueblo de la provincia de Sevilla, en las cercanías de La Lantejuela, en los denominados Llanos del Águila y Cerro de las
Camorras o de las Balas.

Pero, muy probablemente, ninguno de estos dos lugares corresponde a la verdad histórica, y, de todas formas, creo que el sitio de la batalla ha de buscarse siempre al norte del río Genil, por lo que, a contracorriente de las tesis que más apoyos hallan modernamente, encuentro que la primera propuesta tiene más visos de verdad que la segunda.

Pues, en efecto, si esta última se cimentase única y exclusivamente en la aseveración que encontramos al final del capítulo 41 del Bellum Hispaniense en donde se afirma que Osuna (ciudad que César se apresta a tomar, por ser pompeyana, tal vez a finales de marzo, días después, por tanto, de la batalla de Munda) es una ciudad bien fortificada, que posee provisiones de agua y leña en su interior, por cuanto en torno a ella era imposible encontrar agua a menos de doce kilómetros, así como tampoco leña a menos de nueve, dado que Pompeyo (Gneo) había talado la madera e introducídola dentro de la ciudad, «por lo cual los nuestros (a saber, los
soldados de César) no tenían más remedio que alejarse hasta Munda, que acababan de tomar, para transportar madera allí (a saber, a Osuna; B.H. 41, 6: ita necessario nostri deducebantur, ut a Munda, quod proxime ceperant, materiem illo deportarent) », entonces la ubicación de Munda en la vecindad de Osuna sería, cuando menos, una hipótesis aceptable, independientemente de que convenciese o no.

Ahora bien, resulta que éste no es argumento único. Ni único ni exclusivo. En honor a la verdad, tampoco es el primer argumento que manejan los defensores de la teoría. Cuando se aduce (en ocasiones, ni siquiera se aduce) es, a lo sumo, un segundo argumento.

Pues bien, esta situación, precisamente, echa por tierra, definitivamente a mi juicio, la pretensión de colocar a Munda al oeste de Osuna, por cuanto todos los demás argumentos tomados uno por uno no son, en sí, definitivos y, amontonándose los unos encima de los otros, se restan fuerza recíprocamente y debilitan la teoría en cuestión.

Es así como no es argumento el primero que esgrimen Durán-Ferreiro (232), a saber, que Munda «estuvo emplazada en el territorio que en tiempos de Plinio constituía el conuentus de Astigi», por la sencilla razón de que también Ucubi (Espejo), que dista 30 kilómetros de Córdoba, pertenece a dicho conuentus. Estos autores presentan otros argumentos, que examinaremos más abajo. Nos vamos a centrar ahora en uno que ellos consideran novedoso y determinante, a saber, el descubrimiento de un pasador de plata (cuya descripción se halla en p. 234) con la inscripción A VARO, es decir, Atio Varo, quien tras el desastre pompeyano de Tapso (año 48) pasó a España, intervino en la batalla de Munda y en ella perdió la vida.

Los autores imaginan que «es muy probable que fuera perdido por Varo durante el combate o por el soldado cesariano al que […] le tocó en suerte la pieza». Decididamente, no deja de fascinar un hallazgo de esta naturaleza, sólo que desgraciadamente «se trata de un objeto que puede viajar», como no pueden menos que reconocer los propios autores (234), y ahí radica su punto débil: hallado en este caso en los llamados Llanos del Águila el pasador podría haber sido encontrado en cualquier parte.

Puesto que el Bellum Hispaniense menciona el sitio de Carruca (Cárruca) entre Ventipo (Véntipo) y la llanura de Munda, y afirma asimismo que la distancia existente entre el primer lugar citado y esta última llanura hubo de ser salvada antes de entrar en combate por el ejército de César; si aceptamos que el famoso Campus Mundensis está sito al norte de Osuna, en los Llanos del Águila, como pretenden los estudiosos antes mencionados, entonces dicha ciudad de Cárruca tendría que estar situada entre los ríos Genil y Corbones, si, viniendo el ejército de César desde Ucubis, Véntipo, por la que pasa, queda previamente situada al este de Ostippo (Écija). El lugar preciso, según Ferreiro, «aunque no definitivo» (268), sería el Cortijo de los Cosmes: «A título provisional, naturalmente, pues no lo sabremos con seguridad hasta que no contemos con un epígrafe que lo confirme» (267). Pues eso, justamente: si pudiésemos localizar bien estos dos núcleos urbanos, de semejante seguridad se seguiría que Munda quedaría localizada con toda exactitud.

Desgraciadamente, vemos que no es éste el caso.

Corzo resume su análisis del material que concierne a la posible localización de Munda, a la que ubica en los ya conocidos Llanos del Águila, en los siguientes cinco puntos (251-252):

1. Glandes de plomo, incluso con una inscripción relativa a Gneo Pompeyo, en los yacimientos próximos a Osuna denominados «Cerro de la Camorra» y «Cerro de la Atalaya», los cuales no aparecerían en otras localizaciones.

2. Proximidad de la vía de Carteya, utilizada por Gneo Pompeyo para poner tierra por medio.

3. Continuidad de una importante población en aquella zona durante época imperial

4. Semejanza topográfica con los parajes descritos en el B.H.

5. «La proximidad de Osuna justifica la carta enviada por Gneo Pompeyo a los habitantes de la ciudad antes de la batalla […] y concuerda con los datos del capítulo 41 a los que hicimosreferencia (a saber, necesidad de buscar agua y leña en Munda; 252)».

Puntos a los que cabría replicar:

1. Igual que manifestamos respecto al pasador, ¿sería imposible esperar que tales glandes apareciesen en otros lugares? Y si así fuese, ¿tendríamos que concluir necesariamente que allí podría estar Munda, deduciendo sistemáticamente de todo lugar en que aparezcan que allí tenemos una Munda?

2. ¿Acaso si Gneo se hallase más lejos de semejante vía iba a dejar de huir por ello?

3. ¿No es verdad igualmente que también en otros puntos cabe inferir que ha persistido una importante población?

4. ¿Acaso en los Llanos de Vanda no se da también una gran semejanza topográfica?

5. ¿Es imprescindible que, para que Pompeyo envíe una carta a determinada población, ésta se halle muy cerca?

Se ve, pues, que ni por sí solos ni por separado estos argumentos poseen la suficiente fuerza probatoria, hecho que admite el propio autor (252): «La demostración definitiva de esta hipótesis necesitaría quizá de hallazgos epigráficos o excavaciones extensas, de los que aún no disponemos.»

Como se ve, reina la inseguridad, de manera que sólo Ferreiro con su intento de localizar las poblaciones de Cárruca y Véntipo opta por elegir un método siquiera convincente. Otra cosa es que de ese método no se siga, desgraciadamente, nada decisivo y que en la identificación buscada no alcancemos seguridad alguna y parezca que estamos jugando a las adivinanzas.

Volvamos, pues, a la vecindad de Osuna. Ya hemos visto cómo en la obra que narra esta última fase de la guerra civil entre César y Pompeyo el joven se nos informa de que la madera necesaria para la campaña se halla a no menos de nueve kilómetros de distancia, y que por eso hay que ir a buscarla a Munda (B.H. 41, 5). Pero cabe razonar de la siguiente manera: si no hay madera a menos de nueve kilómetros nada excluye que haya madera a los diez kilómetros, pongamos por caso. Entonces, ¿por qué no dice el autor que iban a recogerla a esa distancia? Pues, por definición, a esa distancia sí había madera. Si, como es obvio, Munda está al lado del campus Mundensis, y éste queda identificado como «Los Llanos del Águila», a una distancia, al norte de Osuna, superior a los nueve kilómetros, no se ve por qué habían de ir tan lejos a buscarla, teniéndola bastante más cerca. Esto es, no se ve por qué Munda ha de estar junto a los Llanos del Águila para que quede cerca de Osuna y de esta manera justificar la búsqueda de madera en sus alrededores, ya que no la había a menos de nueve kilómetros a la redonda de esta última ciudad (pero, como hemos mostrado, sí podía haberla, digamos, a diez kilómetros de distancia). En otras palabras, si esto es así, los soldados se mostraban bastante lerdos, puesto que se dejaban atrás lamadera y progresaban en su busca, alejándose insensatamente de ella. Para el caso, lo mismo da que Munda esté situada a 20 kilómetros de Osuna como a 60, pues tanto en uno como en otro dejan absurdamente a sus espaldas la ansiada madera.

Por tal motivo, cabe preguntarse si no se estará queriendo decir otra cosa. Esto es, ¿no se estará queriendo decir que los soldados van a Munda a por materiales ya preparados y que por eso resulta más cómodo para ellos hacer un viaje de dos o tres días para traerse los maderos de torres, manteletes, galerías, etc., ya usados, en lugar de cortar la madera de nuevo y construirlo todo partiendo de cero? ¿No habrá alguna otra razón que el autor pasa por alto y que bien pudiera ser la necesidad de seguridad frente a los ataques de los enemigos? Cf., en efecto, para esta hipotética causa lo dicho en 27, 1: equites in oliueto dum lignantur interfecti sunt
aliquot.

Ahora bien, sucede que el teatro de operaciones descrito por el autor se nos muestra estrecho y claustrofóbico, siendo ésta una de las razones fundamentales, a nuestro juicio, para no poner a Munda lejos de ese teatro en esencia único, en el que ambos ejércitos se mueven de forma lenta y como en una pesadilla, persiguiéndose el uno al otro con cautelosos movimientos, sin dejar de vigilarse y sin alejarse demasiado entre sí, por consiguiente. La acción se desenvuelve esencialmente en un radio de 30 kilómetros a la redonda: Corduba, Ullia, Ategua, Ucubis, Castra
Postumia, Soricaria. Entonces, ¿cómo va a ser posible que de repente el autor sin previo aviso y sin dar muestras de cambio de actitud alguno nos lleve cincuenta kilómetros más abajo? Téngase presente que cuando se anuncia la llegada a Munda los ejércitos han partido de Úcubis, que está a 30 kilómetros de Córdoba (adonde, por cierto, marchan los derrotados después de la batalla y no precisamente a Osuna), de manera que las ciudades se van sucediendo de forma natural: Úcubis, Véntipo, Cárruca, Munda. ¿Por qué habría de salirse el autor del círculo infernal de este
teatro de operaciones sin ofrecernos indicación ni dato de ninguna clase? (cf. también a este propósito Pascucci, 302).

En consecuencia, infiero que Munda debe hallarse más cerca de este angustioso teatro de operaciones. Muy probablemente, el frente se traslada hacia el oeste, hacia el norte del río Genil (Singilis), de tal manera que un poco más arriba de su curso ha debido darse la batalla. Por ahí, entre Ullia y el río Genil, debe andar Munda.

Es más que probable que el hecho mismo de que la tesis de Munda = Montilla haya sido defendida obstinadamente por autores extranjeros de reconocido prestigio (si bien la de una Munda vecina a Osuna encuentre apoyo también en el extranjero Homes), como son von Stoffel, Schulten, Pascucci y otros, haya movido a la investigación nacional a tratar de impugnar dicha tesis frente a los intrusos. Y lo ha hecho bien, a mi juicio, aunque sin lograr convencer (tampoco nosotros suscribimos —sea dicho entre paréntesis, por si no ha quedado suficientemente claro— una Munda = Montilla).

De modo que Munda se nos sigue escapando de las manos: hacia el final de la narración, su desconocido y poco refinado autor redacta dos capítulos enloquecedores en los que, ahora sí, se sale del círculo infernal, y nos lleva sucesivamente a Osuna, Sevilla, Jerez, Cádiz, cercanías de Málaga. El círculo se ha roto y otro círculo (otro contexto) viene a sustituirlo, en el cual las distancias se han agrandado: ¿qué tiene que ver Munda con Osuna? Lo mismo, evidentemente, que con Sevilla o Jerez.

En cuanto al interés de Pompeyo el Joven por dirigirse al mar es algo que sabíamos desde capítulos antes. Ahora bien, ello no prueba que Munda tenga que estar más abajo que Montilla o que el río Genil.

Faventia 25/1, 2003 179-183
Munda
Bartolomé Segura Ramos
Universidad de Sevilla. Departamento de Filología Griega y Latin.
Fuente:Labatallademundacaravaggio.

1 comentario:

  1. Esto es otra propuesta mas sobre la ubicación

    http://www.eldiadecordoba.es/article/ocio/1737669/santaella/lo/es/santaella.html

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