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sábado, 17 de mayo de 2014

El marfil en Valencina de la Concepción (Sevilla): el intercambio de productos exóticos en el sur de la Península Ibérica durante la Edad del Cobre

La Edad del Cobre (3300 – 2200 a. C.) es uno de los momentos de la Prehistoria que más debates y controversias ha generado, y en buena medida se debe a que muchos investigadores sitúan en esta época la aparición y el afianzamiento de nuevas formas de jerarquización social desconocidas hasta entonces, las cuales terminaron por romper la estructura igualitaria y comunal que había caracterizado a las primeras sociedades humanas. Este debate ha sido especialmente intenso en el sur peninsular gracias a la magnitud de los vestigios conservados, con yacimientos como Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) verdadero ‹‹laboratorio›› internacional para investigar los inicios de la jerarquización social.
Sierra de cobre y fragmento de marfil bruto aparecidos en el Taller de Valencina de la Concepción. Fuente: Nocete el al.
Sierra de cobre y fragmento de marfil bruto aparecidos en el Taller de Valencina de la Concepción. Fuente: Nocete el al.
Últimamente, dicha temática ha cobrado un renovado impulso a partir de los estudios en otro de los yacimientos más importantes del sur peninsular: Valencina de la Concepción (Sevilla). Ubicado a diez km. de la capital hispalense, el asentamiento calcolítico de Valencina se levantó sobre una suave meseta en las inmediaciones de la paleodesembocadura del río Guadalquivir. Hasta la fecha, es el mayor enclave arqueológico conocido de la Prehistoria peninsular con más de 300 ha. de extensión en las que se distinguen un área de necrópolis y otra de poblado. Pero su verdadera importancia radica en que investigadores como Nocete han propuesto que en Valencina se desarrollaron formas de estratificación social tales que llevaron a la aparición del Estado y a que se convirtiera en un centro político que mantuvo el control sobre un amplio territorio en la Baja Andalucía durante el III Milenio a. C. Su privilegiada situación jugó además un papel destacado en su configuración, no sólo como centro territorial, sino también como ‹‹puerta de entrada›› del Valle del Guadalquivir, ya que es muy posible que desde Valencina se canalizaran buena parte de las redes de intercambios con otros puntos de la geografía peninsular y extrapeninsular.
Este proceso de jerarquización, desde un punto de vista teórico, vendría definido por la aparición de una élite capaz de apropiarse de más recursos que otros grupos sociales mediante la imposición de una coerción ideológica. La propuesta tradicional sugiere la creación de un sistema de producción comunitario como el almacenamiento de cereal para guardar un excedente que beneficie al colectivo en épocas de malas cosechas y cuyos beneficios pasarían de repartirse equitativamente a ser gestionados y, finalmente, enajenados por un pequeño grupo dentro de la sociedad. La posición de esta emergente élite ya no se basa en las reglas del parentesco, sino que se justifica ideológicamente por otro tipo de privilegios. Lo que empezó siendo una aportación para el bien grupal pasa a convertirse en un tributo que, de no realizarse, conllevaría graves sanciones sociales. Una buena forma de comprobar este acceso desigual a los recursos es mediante el estudio de cómo estaba organizada la producción, si efectivamente existieron especialistas a tiempo parcial y completo dedicados a actividades no subsistenciales y que por tanto necesitarían de lo que produjeran otros; si se desarrolló un sistema de intercambios a distintas escalas que sirviera para la acumulación diferencial de riquezas o bienes de prestigio; o si determinadas pautas y comportamientos sociales, como los rituales funerarios, tuvieron la finalidad de justificar y/o enmascarar la existencia de disimetrías dentro del grupo.
Fotografía y dibujo de planta de la estructura interpretada como un taller de marfil. Fuente: Nocete et al. 2013: 1582.
Fotografía y dibujo de planta de la estructura interpretada como un taller de marfil. Fuente: Nocete et al. 2013: 1582.
En este sentido, en un sector de Valencina se ha propuesto la existencia durante el primer tercio del III Milenio a. C. de una zona especializada dentro del poblado relacionada con trabajos de transformación de materias primas, principalmente metalúrgicas. Junto a una serie de construcciones interpretadas como hornos, cabañas, silos, etc; también se excavó una estructura ovalada cuyo estudio microespacial reveló una concentración de restos de marfil bruto junto a una sierra de cobre, y una segunda concentración de restos oseos trabajados, principalmente alfileres. La interpretación que se ha realizado es que se trataría de un taller artesanaldentro del cual se diferenciarían dos áreas productivas: una destinada a la manufacturación del marfil y otra al hueso.
Tradicionalmente se ha pensado que el marfil era un producto exótico de origen africano que habría llegado a la Península para ser intercambiado como objeto de prestigio y símbolo del estatus. Sin embargo, el taller de Valencina demostraría que también viajó en forma de materia prima para ser trabajado por artesanos locales, lo cual sería sintomático del grado de complejidad de la organización social del trabajo desarrollada en este asentamiento. Pero además, al respecto de su origen africano, las analíticas practicadas sobre los restos de marfil muestran que procederían del elefante asiático (elephas maximus). A nivel general, los estudios realizados porSchuhmacher Banerjee sobre el origen y la procedencia de los objetos de marfil de los yacimientos calcolíticos peninsulares han revelado un cuadro sorprendente. En la parte suroriental de la Península el marfil encontrado provendría de elefante asiático, mientras que, por el contrario, en la mitad oeste el origen sería el elefante africano de las estepas (loxodonta africana). Todo ello dibuja una nueva realidad para la Edad del Cobre, en la que la Península Ibérica aparece inserta en varias redes de intercambio, atlántica y mediterránea, de productos exóticos, donde asentamientos como Los Millares, VNSP/Zambujal o Valencina jugaron un papel esencial como puertas de entrada y centros de redistribución de estos productos a nivel peninsular.
Valencina es además el único yacimiento en el que aparecen representados los dos tipos de marfiles. En la tumba 10.042 – 10.049 se documentó el enterramiento de un individuo al que le acompañaba como ajuar un colmillo de elefante, así como otros fragmentos brutos de marfil de ambas procedencias. Este hallazgo ha sido interpretado como la tumba de un artesano del marfil, y nos vuelve a poner de manifiesto el papel social y la importancia de Valencina como lugar de trabajo y producción de objetos de de este tipo, pero también como puerta de entrada a la que no solo llegaron productos exóticos para ser intercambiados como bienes de prestigio, sino que también se fabricaron localmente para ser redistribuidos hacia otros asentamientos peninsulares.
"La tumba del artesano del marfil" de Valencina de la Concepción. Estructura funeraria 10.042 - 10.048. Fuente: Garcia Sanjuán et al, 2013: 48.
“La tumba del artesano del marfil” de Valencina de la Concepción. Estructura funeraria 10.042 – 10.048. Fuente: Garcia Sanjuán et al, 2013: 48.
Así, la presencia de marfil asiático y africano hace que nos replanteemos muchos supuestos. No podemos seguir ignorando esta realidad ni asociando estos hallazgos a contactos esporádicos y puntuales. Tampoco debemos resucitar las tesis difusionistas, sino más bien todo lo contrario: repensar el espacio mediterráneo y atlántico del III Milenio a. C. como un mundo dinámico en el que se consolidaron unas vías de comunicaciones que venían siendo frecuentadas desde el Neolítico. No se trata de volver a explicar los orígenes de la jerarquización social en la Península como consecuencia de la llegada de gentes del Mediterráneo Oriental, sino que quizás la consolidación de estas redes extrapeninsulares tuviera relación con los procesos locales de desarrollo de dicha jerarquización con el surgimiento de grandes poblados con proyección territorial, como Los Millares o Valencina, y con la necesidad que las élites encontraron en la acumulación de bienes de prestigio como el marfil, el ámbar o el huevo de avestruz para justificar su posición social en un contexto ‹‹internacional›› en el que se estaban produciendo procesos similares.
Otra cuestión es vislumbrar qué tipo de intereses dominaron estas relaciones, sí se trataron de intercambios o si se puede hablar de un comercio propiamente dicho, basado en la existencia de un patrón de pesos y medidas normativizadas cuya fijación habría ahondado más en las desigualdades sociales. Para ello es fundamental saber qué productos peninsulares se intercambiaron por estos objetos exóticos. Gilman Harrison ya propusieron la cerámica campaniforme en base a su aparición en distintos yacimientos del norte de África. Pero el fenómeno campaniforme se desarrolló en un segundo momento de la Edad del Cobre (2500 – 2200 a. C.) y, como hemos visto, los restos de Valencina son más antiguos. Otro candidato podría ser el metal de cobre, sin embargo, todavía no se han hallado restos fuera de la Península. Últimamente se ha planteado también la posibilidad de la sal, recurso que abundaría en las marismas de la paleodesembocadura del Guadalquivir. La sal tuvo una importancia vital para la ganadería prehistórica, y aunque existen estudios muy buenos sobre su explotación en la Edad del Bronce todavía no conocemos bien esta actividad productiva en el Calcolítico.
A falta de estudios de esta índole, lo que no deja indiferente a nadie es que el taller de Valencina evidencia de por sí un importante grado de complejidad en la organización social del trabajo y nos permite reflexionar en la línea que apuntábamos al principio sobre los inicios de la jerarquización social: los artesanos del marfil ¿fueron especialistas a tiempo parcial o completo?; ¿qué tipo de estructura social sostuvo y mantuvo a estos especialistas y qué sistema ideológico lo justificó?; ¿Estamos ante formas de explotación y de desigualdad social que nos hablan de la aparición del Estado durante la Edad del Cobre?; ¿El desarrollo de una sociedad estratificada sirvió para que Valencina exportara estas contradicciones sociales hacia otras zonas periféricas sobre las que mantuvo un control territorial? Las respuestas no están ni mucho menos claras, pero lo que sí lo está es que hay debate para rato.
Bibliografía|
GARCÍA SANJUÁN, L., VARGAS JIMÉNEZ, J. M., HURTADO PÉREZ, V., RUÍZ MORENO, T. Y CRUZ – AUÑÓN BRIONES, R. (Eds.), “El Asentamiento Prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla): Investigación y Tutela en el 150 Aniversario del Descubrimiento de La Pastora”,Sevilla: Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2013.
GARCÍA SANJUÁN, L., LUCIAÑEZ TRIVIÑO, M., SCHUHMACHER, T. X., WHEATLEY, D. Y BANERJEE, A., “Ivory craftsmanship, trade and social significance in the southern Iberian Copper Age: the evidence from the PP4 – Montelirio sector of Valencina de la Concepción (Seville, Spain)”. European Journal of Archaeology, 2013 (en prensa).
NOCETE, F., “Tercer Milenio antes de nuestra era. Relaciones y contradicciones centro/periferia en el Valle del Guadalquivir“, Barcelona: Bellaterra, 2001.
NOCETE, F., VARGAS, J. M., SHUHMACHER, T. X., BANERJEE, A. Y DINDORF, W., “The ivory workshop of Valencina de la Concepción (Seville, Spain) and the identification of ivory from Asian elephant on the Iberian Peninsula in the first half of the 3rd millennium BC”. Journal of Archaeological Science 40, 2013, pp. 1579 – 1592.
VARGAS, J. M., “Elementos para la definición territorial del yacimiento prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla)”, SPAL 12, Sevilla, 2004, pp. 125 – 144.

martes, 7 de enero de 2014

Huellas de Tartesos en Huelva





Expertos han hallado en Plan Parcial Número 8 de la capital onubense un importante yacimiento arqueológico con restos pretartésicos que datan del año 3.000 antes de Cristo, según las primeras investigaciones y según comentó a Europa Press el delegado provincial de Cultura de la Junta en Huelva, Juan José Oña. Se trata de la confirmación de asentamiento de civilizaciones en la capital onubense en el año 3.000 antes de Cristo, lo que supone, según dijo Juan José Oña, «un descubrimiento histórico sin parangón en todo el territorio andaluz». El delegado provincial de Cultura de la Junta de Andalucía especificó que los restos encontrados se van superponiendo a lo largo del terreno, configurando de esta forma «el paso de distintas civilizaciones, desde el 3.000 antes de Cristo hasta la época del medievo». Por ello, según avanzó Oña, ahora hay que conciliar los intereses «de todos», ya que el Plan Parcial número 8 contempla la construcción de viviendas privadas, así como Viviendas de Protección Oficial (VPO). En este sentido, el delegado provincial de Cultura señaló que «hay una propuesta del equipo arqueológico encargado del proyecto de paralizar de momento los proyectos urbanísticos del Plan Parcial durante un período de dos años, para continuar estudiando el terreno». RESTOS PRETARTÉSICOS EN EL YACIMIENTO DEL SEMINARIO. (Huelva Información, sabado 15 de octubre de 2005). La confirmación del asentamiento de civilizaciones en el año 3000 antes de Cristo se ha producido. Los restos pretartésicos hallados en el yacimiento del Plan Parcial Número 8 –situado junto al Hospital Juan Ramón Jiménez, frente a los tanatorios- “retrotaen el origen de la ciudad de Huelva” y dan buena cuenta de “la enorme importancia patrimonial y arqueológica que tiene la capital”. Así lo anunciaba ayer el arqueólogo Diego González, quien aseguraba que los resultados obtenidos en la intervención arqueológica que se viene realizando desde el pasado mayo –cuando el descubrimiento del yacimiento paralizó las obras que EPSA realizaba para urbanizar una superficie de 223.000 metros cuadrados, donde se construirán dos promociones de 91 viviendas protegidas cada una- demuestran que en la capital “hubo una ocupación permanente desde la época calcolítica hasta la tartésica y despues una serie de ocupaciones de menos rango en época romana y medieval también documentadas en la misma finca”. A la espera del estudio y la catalogación de los restos, que pueden, según Diego González, “incluso llevar más atrás el origen del yacimiento” tutelado por la Consejería de Cultura, las obras de urbanización se reanudaran el próximo enero. Lo anunció ayer el delegado de Cultura de la Junta, Juan José Oña, que visitó el yacimiento junto a Rocío Allepuz, delegada provincial de Obras Públicas y Transportes, y el delegado para la Igualdad y Bienestar Sosial, José Martín. Según Oña, que explicó que a principios de año finalizará la investigación de los viales – de modo que quedarán liberados para que puedan reanudarse las obras mientras continúan los estudios en las distintas parcelas-, “la intervención de los implicados es conjugar los intereses que concurren en el hallazgo, tanto el científico como el de las personas que esperan vivir en el solar en el menor tiempo posible”. En este sentido, Allepuz explicó que “se ha contactado con el resto de los propietarios del solar –la Junta posee sólo 223.000 metros cuadrados del terreno- y se les ha planteado el esquema de trabajo que evita la paralización del desarrollo en todo su conjunto”. Según la delegada de Obras Públicas, la formula elegida cuenta con la aprobación de los propietarios, que “están satisfechos porque podrán actuar sobre su parcela sin que interfiera la actuación arqueológica” Además de las promociones de vivienda que se construirán, otras edificaciones unifamiliares y de carácter social se edificarán en el espacio, sobre el que se ha constituido una Junta de Compensación en la que además del 30 por ciento que posee EPSA, el Ayuntamiento de Huelva es propietaria del 50 por ciento, mientras que el resto pertenece a pequeños propietarios que, junto al Consistorio, construirán vivienda libre. De todas formas el procedimiento esbozado que contempla la excavación de los viales –para que la urbanización prosiga su curso sin interrupciones- “establecerá, en función de lo que aparezca en los viales, condiciones particulares para las actuaciones en las manzanas en que se asentarán las viviendas”. Es decir, que cada una de las manzanas donde se vaya a construir tendrá un tratamiento especifico en función de la importancia de los hallazgos. EL HALLAZGO. La importancia efectiva y real del yacimiento viene dada por una serie de factores: 1. Perfecto estado de conservación de los restos, según el arqueólogo Diego Gónzalez. 2. Tipología revolucionaria. Según Ánfora, el equipo de expertos que estudia el yacimiento, “por primera vez en la historia de Huelva, se ha hallado un poblado completo en toda su extensión y una ocupación permanente” 3. Gran extensión del terreno. Los restos encontrados, que se superponen a lo largo del terreno, configurando el paso de distintas civilizaciones, ocupa 23 hectáreas, por lo que es “uno de los más extensos de Andalucia” 4. Huelva, zona estratégica. Desde el terreno, en uno de los puntos más altos, se domina la Cuenca del Odiel hacia el oeste y el Tinto hacia el este. “Visualmente constituye un punto estratégico, y también de acceso por tierra a la peninsula”. IZQUIERDA UNIDA DENUNCIA LA DECISIÓN DE CULTURA DE URBANIZAR EN LOS YACIMIENTOS DEL SEMINARIO, “DESTRUYENDO EL PATRIMONIO”. (Europa Press, lunes 17 de octubre de 2005) El coordinador provincial de IU en Huelva, Pedro Jiménez, denunció hoy la decisión de la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de autorizar, en el plazo de "máximo cuatro meses", la urbanización y construcción de viviendas en el Plan Parcial 8 de la capital, en la zona conocida como el Seminario, "destruyendo de esta forma los importantes restos hallados" en un yacimiento arqueológico que data del cuarto milenio antes de Cristo. En rueda de prensa, Jiménez avanzó que IU ha presentado ya una pregunta en el Parlamento de Andalucía para que la Consejería de Cultura explique "qué criterios científicos y técnicos han guiado a la administración para justificar que un máximo de cuatro meses es plazo suficiente para llevar a cabo con la máximas garantías la intervención arqueológica en los terrenos del Plan Parcial 8". Asimismo, en la pregunta parlamentaria presentada por Izquierda Unida, a la que ha tenido acceso Europa Press, se pregunta a la Consejería de Cultura por el presupuesto de esta intervención arqueológica y si es habitual que la Consejería marque los tiempos de las intervenciones arqueológicas. IU presentará esta semana en el Parlamento una proposición no de ley en el mismo sentido. El grupo de Izquierda Unida realiza esta denuncia avalada por criterios de los técnicos que trabajan sobre el terreno, entre ellos el profesor de Prehistoria de la Universidad de Huelva (Huelva) Juan Carlos Vera, quien aseguró que el plazo dado por la Delegación de Cultura para investigar estos restos "es insuficiente" y matizó que "se haría preciso un plazo de dos o tres años". Asimismo, Vera denunció que "como consecuencia de los primeros trabajos de urbanización, ya la empresa Dragados ha destruido restos de enorme valor, como el caso de tumbas" e indicó que "Cultura ha abierto un expediente sancionador a la empresa". Por último, el coordinador provincial de IU criticó al mismo tiempo "el silencio" que está manteniendo, a su juicio, la Gerencia Municipal de Urbanismo, "quien posee el 50 por ciento" de los terrenos, que en total componen 23 hectáreas donde se puede visualizar la historia de la ciudad de Huelva desde 3.000 años antes de Cristo hasta el medievo. 
Fuente: http://www.celtiberia.net/

La vida rural tartésica aparece junto al cultivo de las vides en La Orden

Nuevos datos de la Huelva de la Edad del Bronce gracias a la excavación arqueológica en El Seminario · Puerta del Atlántico concluye el programa dedicado a los jóvenes historiadores onubenses




Surcos de los campos de vides que aparecieron en la excavación
La vida rural en la Huelva tartésica se pone de relieve en la excavación arqueológica de La Orden-Seminario. El descubrimiento de unos fondos de cabañas ofrecen datos reveladores de cómo estaban relacionados con la explotación de las vides, que debían mantener relación con la ciudad y la mina al encontrarse, además, junto a una vía clave de entrada a la ciudad como es la que venía desde La Ribera hacia el trazado actual de Santa Marta, para conectar la ciudad de los cabezos y la zona portuaria. 
Detalle de la excavación del fondo de cabaña de la época tartésica.

El Ciclo Jóvenes Historiadores, una iniciativa organizada por la Concejalía de Turismo dentro de la programación del Centro de Visitantes Puerta del Atlántico, continúo ayer desvelando secretos de la Huelva de la Edad de Bronce, gracias a los testimonios que ha dejado esta excavación. La historiadora Cristina López Cabot descubrió ayer la existencia en la época tartésica de los siglos VII y VI antes de Cristo de una Huelva rural, no muy lejos del ámbito de la urbana ubicada en torno a los cabezos, que se sustentaba en el cultivo de las vides. 


Cristina López Cabot destaca que la novedad está en el hecho que nos encontramos una cabaña, ya que hasta ahora lo que se ha investigado correspondía a habitantes de capas altas. La vivienda, es de tipo viabsidiada que se puede poner en relación con otras de Italia y el Mar Negro, del centro y occidente mediterráneo, ofrece nuevos datos sobre Huelva. 



Se ha encontrado enterrados cuatro individuos adultos. En uno de ellos se detecta hiperplatimería, producto de una gran carga de trabajo. Esto lo interconexiona con otras zonas de la excavación en la que se estudia el cultivo de la vid, de la que destaca la importante documentación que aporta a diferencia de la zona urbana de Huelva donde se ha sufrido el desmonte de los cabezos y con ello pérdida arqueológica. Hasta ahora "sabemos cómo se comportaba la ciudad en cuanto al puerto, pero aquí se abre la relación del abastecimiento de la zona rural con la ciudad y, probablemente, con la mina y el resto del mediterráneo", señala López Cabot. 



Así las investigaciones realizadas en los últimos años en el subsuelo de la capital nos habían permitido conocer una Huelva tartesía que destacaba por sus instalaciones metalúrgicas y portuarias. Sin embargo, ahora López Cabot ofrece los primeros datos de otros asentamientos no muy lejos del núcleo urbano vinculados a los cultivos de vides, donde se asentaban los encargados de estos cultivos y los temporeros en cabañas, con una estructura de trabajo muy similar a la que se aplican hoy en las viñas. 



El yacimiento del Seminario abre una línea nueva de trabajo e investigación que permite ver cómo se desarrolló esta civilización tierra adentro, donde los arqueólogos comprueban que la agricultura de la vid juega un papel fundamental y donde vislumbran una forma de hábitat, los fondos de cabaña, que nada tiene que ver con las conocidas edificaciones urbanas. 



La vivienda cuenta con el enterramiento de cuatro individuos adultos, se trata de un inhumación secundaria, ya que la putrefacción se ha realizó en otro lugar. Son fosas debajo del suelo de la vivienda de cabaña, que hace pensar en un culto a los antepasados, o el mantener generaciones antiguas en el lugar donde vive", señala. La documentación aportada en la excavación hace pensar a la arqueóloga que pueda haber aquí un mestizaje entre fenicios y la población autóctona. 



De esta manera, Cristina López Cabot profundiza en aspectos poco conocidos del Bronce Final onubense a través del estudio realizado de los fondos de cabañas encontrados. Y es que, a pesar del carácter deleznable de estas construcciones con más de 2.500 años de antigüedad, la ocupación continuada de estas primitivas chozas deja una serie de residuos arqueológicos en el terreno de gran utilidad a la hora de aportar nuevos datos sobre las actividades que tenían lugar en el entorno inmediato del enclave portuario de la antigua Onoba. 



Con este coloquio concluye la primera parte del Ciclo 'Jóvenes Historiadores Onubenses' que ha estado dedicada al yacimiento arqueológico La Orden-Seminario. Estas charlas se retomarán después del verano para tratar los hallazgos de los últimos años en las diferentes actuaciones operadas en otros puntos de la ciudad, especialmente en el casco histórico.


Fuente:http://www.huelvainformacion.es

martes, 12 de noviembre de 2013

A Tartessos no se lo tragó un tsunami

Investigadores españoles descartan que el enigmático pueblo de Tartessos, desaparecido de manera abrupta hace 2.500 años, fuera barrido por una ola gigante. 


Si hay que tomarse la Biblia como un libro de historia creíble en algunos pasajes, hace unos tres milenios la flota del rey Salomón llegaba cada tres años a Israel cargada de oro procedente de la recóndita Tarsis. "Porque el rey tenía en el mar las naves de Tarsis junto con las naves de Hiram [rey de la ciudad fenicia de Tiro], y cada tres años las naves de Tarsis le traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales", asegura el Antiguo Testamento.

Durante siglos, aquella Tarsis preñada de oro, identificada con la Tartessos mencionada en los textos clásicos griegos, parecía una leyenda. Algunos incluso han visto en ella la mítica Atlántida, una rica civilización que aparentemente sólo existió en la cabeza del filósofo griego Platón. "Había una isla delante de la desembocadura que vosotros, así decís, llamáis columnas de Heracles", dejó escrito el maestro de Aristóteles.

A partir de las indicaciones geográficas de Platón, en el último siglo muchos investigadores han buscado la supuesta Atlántida en el suroeste de España, más allá de las columnas de Heracles, como se llamaba al estrecho de Gibraltar. Pero ninguno la ha encontrado.

Sin embargo, en 2009, una polémica expedición dirigida por el arqueólogo estadounidense Richard Freund, apadrinado por la National Geographic Society, peinó las marismas del río Guadalquivir en busca de la supuesta Atlántida-Tartessos. El documental resultante, Finding Atlantis (Encontrando la Atlántida, 2011), acabó de fijar en la cultura popular que la Atlántida y Tartessos fueron la misma civilización, que habría acabado sus días barrida por un tsunami hace unos 2.500 años.

Tiro al pichón

Pero "esa hipótesis no es realista", según advierte el físico José María Abril. Este catedrático de la Universidad de Sevilla acaba de reproducir con un programa informático cómo eran las marismas del Guadalquivir hace 2.500 años y cuáles habrían sido los efectos sobre la costa de un tsunami tan catastrófico como el que arrasó Lisboa en 1755. Aquel seísmo liberó una energía de 835 kilotones, unas 50 veces superior a la energía liberada por la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima.

"El golfo de Tartessos, hoy las marismas del Guadalquivir, tenía aguas poco profundas y su entrada estaba parcialmente cerrada por una barrera litoral. Nuestra simulación muestra que el tsunami rompería en la entrada del golfo, no llegaría a penetrar en la costa", explica Abril.

Tartessos fue un pueblo que supuestamente dominó, hace entre 3.000 y 2.500 años, el suroeste de la península Ibérica, hoy ocupado por las provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva. Su mayor fuente de riqueza habría sido el comercio del oro y la plata de sus minas. Durante siglos, fue una civilización de la que sólo existían referencias literarias. Hasta 1958, cuando unos obreros que estaban ampliando las instalaciones de la Real Sociedad de Tiro al Pichón de Sevilla se toparon bajo la tierra con brazaletes, un collar y otras piezas de oro macizo.

En busca de la capital

Aquellas joyas, conocidas como el Tesoro del Carambolo, hoy son atribuidas a los fenicios, pero en su momento resucitaron la búsqueda de la desaparecida capital de Tartessos, una civilización que se esfumó hace unos 2.500 años, coincidiendo con el comienzo de la supremacía de Cartago en el Mediterráneo occidental y con la pérdida de uno de sus principales mercados, la metrópoli fenicia de Tiro, sometida por los babilonios.





El estudio de Abril ha revisado los efectos de un hipotético tsunami en ocho de las localizaciones propuestas por los historiadores como posible sede de la capital perdida de Tartessos. Sólo dos de ellas, el Cerro del Trigo, un lugar propuesto en 1924 dentro del Parque Nacional de Doñana, y La Algaida, cerca de San Lúcar de Barrameda (Cádiz), "podrían haber sufrido un daño entre moderado y grave, pero difícilmente habría sido suficiente como para justificar el colapso de los Tartessos", afirma el estudio.

El modelo informático, validado con otros tsunamis históricos y bien documentados, sí que dibuja daños potencialmente catastróficos en otras costas alejadas del golfo de Tartessos. "Una ola de 9,3 metros alcanzaría Cádiz 70 minutos después del terremoto que originaría el tsunami", advierte el estudio. "En Huelva, una primera ola de cuatro metros llegaría dos minutos después que en Cádiz, pero sus réplicas serían más potentes, con una tercera ola de unos tres metros llegando 80 minutos después", alertan los autores.

Mentiras

El trabajo, publicado en el Journal of Archaeological Science, cuenta también con la firma del prehistoriador José Luis Escacena, experto en el mundo de los tartesios.

En cuanto a la Atlántida que el documental de National Geographic sugería haber encontrado bajo las marismas del Guadalquivir, era todo mentira, según explicó en su momento el investigador Sebastián Celestino, del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC). Celestino buscó en 2009 restos arqueológicos en el subsuelo de la marisma de Hinojos, el punto del Parque Nacional de Doñana en el que el arqueólogo estadounidense Richard Freund rastreó la Atlántida tras detectar supuestos restos de templos mediante fotos de satélite.

A juicio de Celestino, según denunció en una entrevista en Esradio, los autores del documental de National Geographic tenían "una intención fundamentalmente económica", porque "debajo de las marismas, a 12 metros de profundidad, no hay absolutamente nada".


Fuentes: 

 La Razón. 

martes, 23 de julio de 2013

El origen de la Gran Sevilla


 
Corredor del Dolmen de la Pastora


Tome papel y lápiz y pinte a un romano de Itálica. Es muy probable que su dibujo coincida, en todos sus pormenores, con la imagen real de un romano antiguo. Ahora dibuje a un habitante del cuarto milenio antes de Cristo. Es muy probable que su dibujo no tenga nada que ver con los restos encontrados muy cerca de Itálica, en Castilleja de Guzmán: un enterramiento ritual de dieciséis mujeres en estado fértil, entre 16 y 25 años, vestidas lujosamente con trajes de lino cosidos de lentejuelas de marfil y conchas y hueso, con cinturones y collares de bolas de ámbar y peinetas. Mujeres que, cuando los romanos hollaron por primera vez la vega del Guadalquivir, llevaban ya más de tres mil años soñando el sueño eterno. Mujeres del Calcolítico.

Un periodo desconocido

Tratar de explicar en qué consiste el Calcolítico es como intentar definir el color del mar: según a quién se le pregunte, hablará de un color u otro, pero todos se estarán refiriendo en última instancia a lo mismo. Así, este período histórico ha sido objeto de prolongadas discusiones entre los expertos y, a día de hoy, aún no se ha llegado a una conclusión definitiva. El Calcolítico apenas puede diferenciarse del final del Neolítico o del principio de la Edad del Bronce y, de hecho, hay quienes sostienen que, en realidad, no es sino las postrimerías del Neolítico mismo. Son muchos los arqueólogos que establecen como rasgos definitorios de este período el inicio de la metalurgia (si bien en la etapa anterior ya hubo algunos indicios de esta actividad) y la aparición del vaso campaniforme, que, aunque para algunos tiene una importancia capital, para otros no es sino una moda dentro de la ornamentación cerámica de la época.

Por su nombre, el Calcolítico (del griego, jalkós; cobre, lízos, piedra) se define como el tiempo en el que empezaron a usarse los metales por primera vez, aunque hubo otros muchos cambios en las sociedades de la época que pueden enmarcarse aquí y de los que la provincia de Sevilla ha sido testigo.

La pareja inseparable formada por el poblado y su necrópolis empezó a darse con fuerza, y en Sevilla no son pocos los yacimientos arqueológicos que demuestran esta unión. Además, de las necrópolis no sólo podemos observar cómo enterraban a sus semejantes en esos días, sino también lo que estos enterramientos significan: el fin de la igualdad en la tribu. 

De lado a lado del Guadalquivir

El testimonio que nos dejaron se refleja en los 270 yacimientos registrados en la provincia de Sevilla en la base de datos del patrimonio inmueble de Andalucía. De todos ellos, destacan dos jugosos conjuntos: el de Valencina-Guzmán y el de Gandul. Ambos forman, según Jorge Arévalo, portavoz de la Asociación de defensa del patrimonio “Los Dólmenes”, un eje a partir del cual podría organizarse la presencia del Calcolítico en el resto de la provincia: en Carmona, en El Coronil, en Gilena, en Lebrija. Si un yacimiento de ochenta hectáreas ya es importante, las más de cuatrocientas de Valencina-Guzmán lo convierten, para Arévalo, en el más importante del Calcolítico en toda Europa: “La imaginación del arqueólogo se dispara porque los tamaños tienen implicaciones poblaciones y económicas, y da que pensar, que esto era capital de algo, de una delimitación territorial llamada reino, país…”. Señala además que, por sus dimensiones, podemos denominarlo al menos como una “protociudad”, la más importante de una región que llegaba desde El Puerto de Santa María hasta Ayamonte (o incluso hasta el Cabo de San Vicente). De hecho, Arévalo cree que la identidad de Sevilla no consiste en ver a la Giralda o al casco histórico de la ciudad como el origen de ésta, sino en volvernos hacia el Aljarafe y mirar a Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, en donde el hombre comenzó por primera vez a poblar estas tierras de manera sedentaria y permanente. Así, debemos entenderlo “desde el punto de vista metropolitano, que es como tenemos que empezar a concebir Sevilla. Estamos hablando de Sevilla, de la gran Sevilla”.

Pero, a pesar de la enorme extensión que este enclave ocupa, sólo conocemos una pequeña parte. De nuevo en palabras de Arévalo, la metáfora con la que él explica lo que se conoce aún de Valencina-Guzmán es la siguiente: “Es un puzle de tres mil piezas y aún no tenemos ni treinta”. La magnitud del yacimiento no sólo tiene que ver, ni mucho menos, con cuestiones exclusivamente mensurables, sino también con lo que revela sobre nuestro pasado. En un área de seis u ocho hectáreas, podemos encontrar restos de actividad metalúrgica en donde se trabajaba el cobre, es decir, una zona dedicada exclusivamente a esa labor.

Aquí, pues, nació la especialización y, con ello, la jerarquización social, el concepto de riqueza y pobreza o la esclavitud: “El origen de nuestra civilización y nuestra sociedad actual está ahí, de manera que lo lógico es que yo piense que esos son mis primeros antepasados, propiamente dicho, los culpables de todo lo bueno y todo lo malo que me pasa”, sentencia Arévalo. Y es que, si al oeste de Sevilla existe esta magnificente huella del pasado, al este de la capital hispalense tampoco están faltos del testimonio del hombre de la Edad del Cobre. 


Cueva del Vaquero, Gandul (Alcalá de Guadaíra).

Con ello, es curioso que uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Sevilla en lo referente al Calcolítico (y también a otras muchas etapas históricas) tenga un nombre que podría parecer peyorativo. Pero no se confunda. El Gandul no recibe su nombre de algún individuo terriblemente vago o demasiado ocioso, aunque a día de hoy tampoco es seguro de dónde viene el topónimo. Dicen algunos, acogiéndose a una teoría acuñada por el inolvidable Menéndez Pidal, que el origen de tan curioso nombre proviene del término prerromano ganda, que significa pedregal, y, teniendo en cuenta la naturaleza del terreno, bien podría ser ésta una hipótesis válida. El filólogo hubo publicado en vida Toponimia prerromana hispánica, así que imaginamos que algo debía de saber sobre el asunto. Sin embargo, Joaquín Pascual Barea, profesor de la Universidad de Cádiz, achaca el término al nombre que durante el Medievo, en pleno Al-Ándalus, se le daba a una variedad de la retama que crecía allí y que sigue creciendo; de ahí, según este profesor, le vino el nombre al yacimiento. También hay quien cree que proviene del nombre de la desaparecida ciudad prerromana de Lucurgentum debido a las conjeturas del arqueólogo británico George Bonsor (llamado cariñosamente “Jorge” por sus vecinos una vez se afincó en Mairena del Alcor). Quién sabe cuál de estas hipótesis, entre otras más, será la correcta o la que más se acerque a la verdad.


Lo que sí sabemos es que la Edad del Cobre fue una época muy fructífera para el Gandul. Situado al este del término de Alcalá de Guadaíra y limitando con la vecina Mairena del Alcor, fue uno de los poblados más importantes del Bajo Gualdalquivir desde sus inicios hasta el Imperio Romano. Uno de los motivos por los cuales el Calcolítico cobra protagonismo aquí es que fue durante ese período histórico cuando la primera ocupación sedentaria tuvo lugar. Fue entonces cuando comenzó lo que más tarde fueron descubriendo los arqueólogos y los visitantes curiosos en la zona: plantas de viviendas con un hogar en medio, restos de cerámica y bisutería, fraguas, molinos hechos de piedra o ídolos de grandes ojos. Pero lo que más llama la atención al visitante en lo que a este período histórico se refiere, bien por su fácil acceso, bien por el misterio que a este tipo de construcciones suele envolver, es la necrópolis. Las construcciones funerarias que existen en este yacimiento son del tipo tholos (y que, en plural, puede quedarse igual o llamarse tholoi, si queremos ser exquisitos y respetar su etimología griega). Para aclararlo en pocas palabras, un tholos es una edificación en forma de círculo, y de las que allí están, sin duda la denominada Cueva del Vaquero es la más conocida.

No es difícil encontrar a algún alcalareño que conozca esa “cueva”, que no es sino una tumba del III milenio antes de Cristo. Las visitas guiadas (y las no guiadas) han despertado desde siempre el interés de los habitantes de esta ciudad dormitorio, una ciudad cargada de historia, que los mayores se apresuran en dar a conocer a los jóvenes para que valoren su pasado. De ese pasado, del que a veces se nos escapan cosas, cabe recordar que el Gandul, aunque hoy esté situado en un terreno pedregoso y seco, estuvo hace miles de años junto al Ligustino, un estuario que constituía la desembocadura del Guadalquivir. El Atlántico llegaba en aquellos días hasta cubrir lo que hoy es la ciudad de Sevilla. Y así, al este y al oeste, flanqueando ese brazo de mar que penetraba en la tierra, estaban, respectivamente, el Gandul en Los Alcores y lo que hoy sería Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, en el Aljarafe. 

En el caso del primero, la magnitud de este yacimiento ha sido importante desde que comenzaran las primeras excavaciones a principios del siglo pasado. No en vano se le declaró monumento histórico y artístico en 1931 bajo el título de Necrópolis Dolménica de Los Alcores en Gandul. Los posteriores hallazgos elevaron la relevancia de estos restos arqueológicos, declarados como Bien de Interés Cultural en 1991.

La ley actúa (a veces)

La protección de los yacimientos calcolíticos de la provincia de Sevilla está regulada por la última Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, promulgada en 2007 durante la séptima legislatura de Manuel Chaves como presidente de la comunidad. Esta ley, que mejoró sustancialmente la ley anterior de 1991, marca un alto grado de protección del patrimonio histórico, comenzando por la documentación de los fondos existentes, pasando por el control de los planeamientos urbanísticos, y culminando en la vigilancia y el castigo, con sanciones de hasta un millón de euros por faltas muy graves, como la destrucción de determinados restos arqueológicos.

Pero todo empieza antes. En 1985, el gobierno de Felipe González aprobó la Ley de Patrimonio Histórico Español, introduciendo, entre otras muchas novedades, la mencionada categoría de Bien de Interés Cultural. Con esta figura, la ley pretendía proteger el patrimonio histórico español de cualquier acción discriminada: todo patrimonio mueble o inmueble considerado bien de interés cultural pasaba a ser de dominio público, lo que no significa que no pudiera estar en manos privadas, pero sí que sus propietarios debían cumplir con ciertas obligaciones, como la de permitir su visita gratuita al menos cuatro días al año. Más allá del tipo de propiedad, gracias a esta ley todo bien de interés cultural disfruta desde entonces de un plan de protección y de la prohibición de realizar obras sin la autorización de los organismos competentes.

Andalucía, como otras comunidades, redactó años después su propia ley. La primera Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía, de 1991, aumentó la protección que otorgaba la ley de 1985, incluyendo un Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. La importancia de este registro–completado con el Inventario de Bienes Reconocidos del Patrimonio Histórico Andaluz, creado con la ley de 2007– para los yacimientos calcolíticos radica en la posibilidad de conocer su localización y, por tanto, de saber dónde no se pueden hacer obras sin el permiso de la administración correspondiente, en este caso la Consejería de Cultura. Sin la existencia de estos catálogos cualquiera podría, alegando desconocer su existencia,destruir un yacimiento arqueológico durante una obra cualquiera.De ello advierte el arqueólogo Enrique Domínguez: “Todavía hay muchos ayuntamientos y muchos municipios que no tienen adecuado su planeamiento urbanístico, con lo cual ha habido parones de planeamiento por culpa de la crisis. Algunos ayuntamientos tienen planeamientos antiguos, donde no están documentados todos los yacimientos arqueológicos: entonces se pueden dar, por ejemplo, casos de licencias de obra en sitios con posibilidad de riesgo arqueológico.” Jorge Arévalo tiene claro que la raíz del problema es económica: “El Estado dota de unos presupuestos a los ayuntamientos que son insuficientes a todas luces. Entonces, los ayuntamientos han aprendido a financiarse mediante el urbanismo. Lo que están haciendo es coger dinero de convenios y de aprovechamientos para financiar aquello que el Estado no les financia. De esa forma, al redactar el PGOU piensan en los intereses del promotor, en los intereses de las inmobiliarias, el interés del inversor… y no en el de la ciudadanía”.

La ley es buena, pero hay que aplicarla. La arqueóloga Rosario Cruz-Auñón cree que, a pesar de las normas y las multas, la influencia de la política es poderosa: “Cuando hay políticos de por medio sabes que te tienes que callar.” Cruz-Auñón, en concreto, se refiere a la insuficiente dureza de las sanciones y a la práctica de políticas cortoplacistas: “Hay denuncias, se admite la denuncia, se paga una multa pero ya te has cargado el yacimiento. A veces es más rentable pagar una sanción, y quedas políticamente bien. Con lo cual, si vas sopesando, piensas si interesa más defender el patrimonio o que la civilización siga hacia delante cargándose lo anterior.” Todo ello, a pesar de que el primer artículo de la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía establezca: “Es objeto de la ley establecer el régimen jurídico del Patrimonio Histórico de Andalucía con el fin de garantizar su tutela, protección, conservación, salvaguarda y difusión, promover su enriquecimiento y uso como bien social y factor de desarrollo sostenible y asegurar su transmisión a las generaciones futuras”.

Frente a la imagen del ciudadano solitario, indefenso ante los poderes públicos en sus reivindicaciones, Jorge Arévalo plantea un nuevo escenario, cuyo caldo de cultivo está en las redes sociales, un territorio de colaboración entre asociaciones y expertos independientes que forma una suerte de quinto poder, el poder de la gente corriente, que disfruta así de un poderosos asesoramiento legal y técnico: “Cuando tú dispones de economistas, peritos, arqueólogos, técnicos de inspección… saben dónde está la trampa, porque tienes que saber cómo leer entre líneas los documentos oficiales. Lo más importante es lo que no ponen, no lo que ponen.” Esa lucha para defender el patrimonio requiere, para Arévalo, mucho valor: “Ha habido momentos muy peligrosos. Cuando yo estaba con mis compañeros frenando un PGOU, había alguien que estaba perdiendo mil millones de pesetas. Veladamente hemos recibido amenazas: por ejemplo, mandarte a la policía para que te identifiquen porque has repartido panfletos por el pueblo.”

La SE-40, todo un desafío

Y si de obras se trata, la construcción de la SE-40 es una cuestión mayor. La ronda de circunvalación, con 77 kilómetros proyectados, consta de once tramos que atraviesan ocho municipios del Área Metropolitana de Sevilla: La Rinconada, Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas, Coria del Río, Almensilla, Valencina de la Concepción, Salteras y La Algaba.Los tramos entre La Rinconada y Coria del Río ya están terminados.Una obra de tal magnitud, que podría suponer un peligro para los importantes yacimientos calcolíticos de Alcalá y Valencina-Guzmán, ha de ser controlada con especial atención. Y así ha sido, según todas las fuentes consultadas: tanto los técnicos de Demarcación de Carreteras del Estado en Andalucía Occidental, como arqueólogos que han participado en las prospecciones arqueológicas previas a la construcción de la SE-40, así como colegas y expertos en la materia, aseguran que se han respetado todos los yacimientos que se han encontrado o que podían verse afectados por las obras, un total de dieciocho hasta la fecha.

En una reunión sobre el Calcolítico en la Península Ibérica, celebrada hace más de veinte años, decenas de expertos en este campo, procedentes de toda España y de otros puntos del globo, debatieron los diferentes aspectos que ofrece este intrincado periodo para arrojar algo más de luz sobre él. De esa reunión salió incluso un libro. Uno de aquellos expertos, el arqueólogo Fernando Amores, recuerda el procedimiento de protección de posibles descubrimientos: “Sé que esas operaciones de obras públicas suelen estar controladas por la propia administración con carácter previo, y hay siempre un estudio de impacto donde se obliga a controlar si hay algún hallazgo arqueológico y a resolverlo”. Por su parte, la arqueóloga Lara Cervera, responsable de la conservación y las visitas guiadas del yacimiento calcolítico del Gandul, reconoce que el trazado de la SE-40 no pasa a la misma altura que los restos afectados: “En la mayor parte de los casos los yacimientos simplemente se han excavado y luego se han soterrado porque el trazado de la SE-40 iba por encima de los niveles de esos yacimientos, o sea que ni siquiera se han destruido”.

Pero quien más conoce los pasos seguidos por la administración es el propio Enrique Domínguez, que participó en los estudios arqueológicos de las obras de la SE-40: “Primeramente, estando ya el proyecto constructivo redactado se hace la prospección arqueológica. Esa prospección documenta, o no, localizaciones arqueológicas o posibles yacimientos, y de ahí se establecen una serie de medidas correctoras que generalmente son, o bien excavación, o bien un control arqueológico de movimiento de tierra.” Estos no son los únicos niveles de protección: los proyectos constructivos, como es el caso de la SE-40, tienen que pasar por un trámite de evaluación ambiental, que incluye una serie de informes preceptivos y vinculantes de las otras Consejerías. De tal forma, la Consejería de Cultura, cuando este proyecto constructivo pasa por sus manos, establece ya una serie de cautelas previas.

Un problema triple

La conservación del patrimonio histórico pone siempre de manifiesto una importante cuestión: si es preferible conservar el pasado a costa del progreso, o viceversa. Jorge Arévalo cree que la tozudez nunca da un buen resultado: “La ciudadanía tiene que aprender a decir que la carretera hace falta, pero también debe cuidarse de dónde construir. Si se comienza un debate sobre esto, debes ofrecer salidas, contrapropuestas. Hay que dar opciones. No debe ser un no por sistema. ¿Conservación versus progreso? No tienen por qué ser incompatibles”.

Es fácil que la balanza se incline a favor del progreso si la gente ignora la existencia de su patrimonio: nadie puede indignarse por la destrucción de algo que no conoce. La solución está, principalmente, en manos de la administración: “Para que sean un activo turístico unos bienes tiene que haber una mínima señalización, una mínima accesibilidad, porque en el fondo estás diciendo: «Vaya usted a ver esto», y eso debería poder verse. Eso significa poner medios por parte bien de la Consejería o la Delegación de Cultura”, comenta Fernando Amores, quien denuncia la falta de constancia en estas prácticas: “Estas campañas tienen que tener mucha continuidad, así que cuando no la hay va quedando una sensación de "déjà vu", un ya visto, temas recurrentes que nunca salen adelante del todo”.

Para prevenir posibles desconocimientos, desde muy pequeños se fomenta el respeto por estos yacimientos: algunos días llegan a los de Valencina-Guzmán autobuses llenos de alumnos de primaria, nos cuenta Rosario, quien también procura llevar a los yacimientos a sus pupilos de la Universidad de Sevilla. Para ella, en el patrimonio histórico están las claves de nuestra identidad: “Conociendo tu pasado puedes ir viendo tu presente y programar el futuro. Y esos signos de identidad y de trayectoria histórica es conveniente siempre tenerlos delante, conocerlos. Si no los tienes físicamente, al menos conservarlos virtualmente, y dejar que la civilización siga para delante.”

A la colisión con el progreso y los intereses políticos se ha añadido, en los últimos años, la crisis económica. El dinero juega, evidentemente, un papel fundamental: por un lado, porque los ayuntamientos tienen que llevar a cabo obras de señalización o vallado; por otro lado, porque los propios arqueólogos podían solicitar subvenciones a la Junta de Andalucía para sus proyectos entre el 1 de marzo y el 31 de octubre de cada año natural. Estas ayudas están reguladas por la orden de 6 de febrero de 2006, que en su artículo 3.1 reza: “El importe de la ayuda a conceder podrá ascender a la totalidad del coste de la actividad para la que se solicite”, aunque advierte, en el tercer apartado de su primer artículo, de que la disponibilidad de estas ayudas no es incondicional: “3. La concesión estará limitada por las disponibilidades presupuestarias existentes”.

En 2013, de hecho, esta amenaza se cumplió: mediante la orden de 18 de enero de 2013, firmada por el Consejero de Cultura y Deporte, Luciano Alonso, se suspendieron esta orden y todas las subvenciones solicitadas al amparo de la misma ese año. Como justificación, la Junta apunta a los compromisos presupuestarios adquiridos con el Gobierno central: “El actual contexto económico obliga a la contención y racionalización del gasto de acuerdo con el Plan Económico-Financiero de Reequilibrio de la Junta de Andalucía 2012-2014, resultando inviable la asunción de nuevas obligaciones por la Consejería de Cultura y Deporte en las distintas actividades que constituyen el objeto de las referidas subvenciones”. Para Jorge Arévalo, la falta de dinero tiene consecuencias a corto y largo plazo: “Los arqueólogos se están muriendo de hambre; ya no pueden hacer ni lo que yo llamo, digamos, de forma un poco dura, «arqueología mercenaria», es decir, comer con lo que te den las construcciones. Es demoledor. Además, si la población no valora la cultura como algo necesario, como el pan, como el aire que respiramos, como que las carreteras estén bien asfaltadas, esa muerte o esa epilepsia cultural dará lugar a un desierto cultural. No va a incentivar que nuevos jóvenes entren en la universidad a trabajar en esas ramas, en esas áreas de conocimiento. Menos todavía se van a dedicar a la investigación”.

El obstáculo de la burocracia

En la actualidad, el celo de la Junta de Andalucía por proteger su patrimonio y, sobre todo, por controlar la actividad de los arqueólogos, ha llevado a retrasos tanto en el registro como en la propia labor de estos profesionales. Uno de los aspectos más débiles de esta protección es la elaboración del Anuario Arqueológico de Andalucía. Este proyecto, con vocación de revista científica divulgativa, es un compendio de todas las actividades arqueológicas realizadas en un año concreto en la comunidad. Comenzó a publicarse en 1985, y es competencia de la Dirección General de Bienes Culturales. Su acción divulgativa, en el papel, parece efectiva. 

Sin embargo, Enrique Domínguez denuncia dos deficiencias; por un lado, la baja calidad del catálogo: el arqueólogo habla de una revista “que no tiene prácticamente difusión académica ni científica ninguna, en la que tú publicas algo por obligación y que no te van a pagar, así que la calidad de esos resúmenes imagínate cómo será”. Por otro lado, el escaso personal encargado de controlar la edición de esta publicación. Según Domínguez, dentro de la Dirección General de Bienes Culturales sólo hay una persona adscrita a esta competencia. Fuentes de dicho organismo desmintieron esa cifra, aunque la diferencia era casi inexistente: actualmente hay dos personas encargadas de elaborar el anuario. Hablan de un “retraso grandísimo”, de un “número insuficiente de personal”, aunque justifican en parte el retraso por la creación de una aplicación online en la que desde hace un mes se han empezado a volcar los datos que se han recopilado. Sobre el marasmo de tantos meses, una de las personas que participó entre 2008 y 2010 en la confección del Anuario Arqueológico, comenta que en el curso de la última reestructuración de la consejería de Cultura se han cambiado muchos departamentos, y que eso ha podido generar un nuevo reparto en las competencias.

Los profesionales, ahogados

El retraso no afecta sólo a las publicaciones de la Junta de Andalucía. Una de las grandes batallas que disputan los arqueólogos intenta acabar con una norma que les impide gestionar más de un proyecto de investigación a la vez. El asunto tiene dos vertientes: la administrativa y la profesional. En primer lugar, el Reglamento de Actividades Arqueológicas de la Junta de Andalucía, la norma que regula estos proyectos, establece en su articulado las diferentes fases que tiene que atravesar cualquier arqueólogo que quiera hacer una investigación. En concreto, el artículo 18 y el 19 se encargan de la fase de autorización, y los artículos 32, 34 y 35,de las memorias preliminar y final que hay que entregar como paso final de un proyecto de investigación arqueológica. 


 
                      
  Dolmen de Montelirio (Castilleja de Guzmán-Valencina)


El proceso es el siguiente: un arqueólogo presenta una solicitud a la Delegación Provincial de Cultura del territorio donde se vaya a realizar la actividad. Dicho organismo elevará la solicitud a la Dirección General de Bienes Culturales en el plazo de un mes. Tras veinte días, y después de pasar por las manos de la Comisión Andaluza de Arqueología y de la Dirección General de Instituciones del Patrimonio Histórico, que tendrá quince días para redactar su informe, el interesado podrá presentar en un plazo de quince días las alegaciones que considere pertinentes. Tras todo este proceso, que ha durado casi tres meses, el proyecto podrá ser aceptado o rechazado en un plazo de seis meses. Y aún quedan los pasos posteriores a la investigación. Es el caso de las memorias: casi tres meses para la preliminar, y un año y tres meses para la definitiva. Toda una eternidad.


Además de las trabas estrictamente burocráticas, los arqueólogos están obligados a permanecer al menos el 75% de su tiempo en el lugar de la actividad, algo que según Enrique Domínguez se debe a que las administraciones no escuchan a los arqueólogos: “El reglamento se basa en una concepción anticuada, la idea de las excavaciones del siglo XIX, cuando había que controlar a todos los esclavos que trabajaban a cargo del arqueólogo. Es una imagen que no se corresponde con la situación actual”. No respetar esa norma “será causa de revocación de la autorización”, según el artículo 26.5 del Reglamento de Actividades Arqueológicas. La presencia obligatoria es una de las principales razones de que un arqueólogo no se pueda permitir llevar más de una investigación a la vez.

Una mirada al pasado

No se puede hablar de Historia; la escritura aún no se había inventado. Todavía faltaban unos cuantos siglos para que se redactara el código de Hammurabi y el hombre empezara a contarnos de su puño y letra la atestiguación de su tiempo. Eran, empero, seres humanos como nosotros, con nuestros mismos miedos, nuestras mismas ansias de poder, nuestros mismos deseos. El Calcolítico no es un período tan lejano, y en diferentes partes del mundo en general, y en nuestra provincia en particular, nuestros antepasados nos dejaron un testimonio muy vivo, casi reciente, palpitando bajo la tierra que hoy pisamos y sobre la cual edificamos nuestro futuro.

Fuente: Gonzalo Mellado y Rafael Castaño y  Asoc.Los Dolmenes

jueves, 14 de febrero de 2013

SE RETOMAN LAS INVESTIGACIONES DEL DOLMEN MONTELIRIO


Aplicarán técnicas novedosas para la cronología del yacimiento prehistórico de Valencina-Guzmán

Entre los días 19 y 23 de febrero de 2013 tendrá lugar en la Facultad de Geografía e Historia Universidad de Sevilla una reunión de trabajo dedicada al tema de la cronología radiocarbónica del yacimiento prehistórico de Valencina de la Concepción‐Castilleja de Guzmán. Esta reunión resulta de la colaboración que el Grupo de Investigación ATLAS (HUM‐694) de la Universidad de Sevilla está llevando a cabo dentro del proyecto del programa Advanced‐ERRC (European Research Council) de la Comisión Europea titulado The Times of Their Lives, que coordinan los profesores Alasdair Whittle (Universidad de Cardiff, Reino Unido) y Alex Bayliss (English Heritage, Reino Unido).

El proyecto The Times of Their Lives es un ambicioso intento de perfeccionar la cronología radiocarbónica disponible para el estudio de las sociedades de los periodos Neolítico y Edad del Cobre en Europa mediante la realización de grandes cantidades de dataciones nuevas y a través de su análisis mediante el modelado matemático bayesiano, una técnica novedosa que ha sido aplicada con mucho éxito en los últimos años y que permite refinar la definición de la temporalidad del registro arqueológico más allá de los límites hasta ahora conocidos. La Zona Arqueológica de Valencina de la Concepción‐Castilleja de Guzmán es uno de los grandes yacimientos prehistóricos europeos incluidos en este proyecto. Se realizarán del orden de 70 dataciones C14 nuevas preferentemente sobre muestras de vida corta, de una serie de sectores del yacimiento excavado en los últimos años (concretamente La Huera, calle Dinamarca, IES, Parcela Municipal, Montelirio y PP4‐Montelirio).

La reunión de trabajo que tendrá lugar entre los días 19 y 23 de febrero de 2013 incluye a miembros del proyecto The Times of Their Lives (doctores A. Whittle, Penny Bickle, Seren Griffiths, y Derek Hamilton), integrantes y colaboradores del Grupo de Investigación ATLAS (doctores Manuel Eleazar Costa Caramé, Marta Díaz Guardamino Uribe, Marta Díaz‐Zorita Bonilla, Leonardo García Sanjuán, Carlos Odriozola Lloret, Chris Scarre y David Wheatley y Licenciada Miriam Luciañez Triviño), arqueólogos profesionales que han realizado las intervenciones en los sectores a estudiar (Juan Manuel Vargas Jiménez, Álvaro Fernández Flores, Pedro López Aldana, Ana Pajuelo Pando y Elena Méndez Izquierdo), así como técnicos de la Unidad AMS del Centro Nacional de Aceleradores de la Universidad de Sevilla (doctores Javier Santos Arévalo e Isabel Gómez Gutiérrez). 

Los muestreos y análisis se realizarán durante los meses de marzo a septiembre de 2013, por lo que a finales de este año se espera contar con los primeros resultados. 


Fuente: Grupo ATLAS/LOS DOLMENES