martes, 23 de agosto de 2011

La investigación arqueológica aborda la historia de Alcalá de Guadaíra y nuevos hallazgos hablan de una ciudad habitada desde la Prehistoria hasta el Bajo Imperio Romano



El suelo de Alcalá de Guadaira guarda viejos secretos que hablan de ciudades perdidas, puentes sobre el río, fortificaciones con miles de años de antigüedad, mansiones romanas o aldeas cuya memoria se llevó el tiempo. Entre la leyenda y la historia, mucho por conocer sobre una zona habitada desde la Prehistoria y que daría trabajo para una legión de arqueólogos durante años.

La extensión de Gandul permanece como la eterna promesa de una tierra cargada de riquezas patrimoniales ocultas bajo tierra. En la zona conocida como la Mesa se tiene constancia de que existió una ciudad habitada desde época Prehistórica y hasta el Bajo Imperio romano, pero no se ha llevado a cabo la investigación en profundidad que desvele su verdadera importancia. A falta de ello, la imaginación vuela con los elementos que se conocen, una fuente ornamental o restos de murallas de bastante entidad. Se habla incluso de un anfiteatro en las afueras de la ciudad, sugerido en las fotos aéreas. Esto último supondría que hablamos de una ciudad de gran relevancia.

Aún sin excavar, los restos afloran en la zona. Cerca de este punto fue la lluvia la que ejerció de arqueóloga. El pasado invierno las escorrentías sacaron a la luz un yacimiento del que no se tenía conocimiento. Quedaron a la luz un lienzo de muro del que llamó la atención su anchura y la fortaleza de su construcción y un trozo de camino. En una primera intervención se comprobó la tipología romana de estos elementos y se procedió a una primera actuación somera para garantizar su protección. Ahora habrá que delimitar la función del muro y la dirección del camino, así como la vinculación de este yacimiento con otro que aparece próximo y que sí está catalogado. Está previsto en los próximos meses realizar una excavación para concretar su naturaleza. Mientras las opciones, aunque más basadas en el deseo que en la realidad, van desde una villa rural a la residencia de un potentado.

Francisco García Rivero narra en su libro «Crónicas y memorias de Alcalá», un hallazgo sorprendente en un entorno cercano al anterior. Guiado por el pintor Pepe Recacha visitaron un lugar en la orilla del Guadaíra próximo al molino de Pelay Correa en el que apreciaron la existencia de dos grupos de piedras, bien canteadas y de tamaño similar en cada orilla del río y perfectamente enfrentadas. Tenían unos doce metros de longitud y varios metros de altura. La visión llevó a García Rivero a pensar en la posibilidad de que fueran el sustento de un puente, posiblemente de barcas que permitiera salvar el Guadaíra en un punto en el que en los años 60 se habían descubiertos abundantes restos romanos que indicaban la importancia que pudo tener esta zona en la época.

El hallazgo de dichos restos y su destrucción es un capítulo muy triste que recoge Vicente Romero Muñoz en su obra «Alcalá de Guadaíra». En ella describe como la aparición de un hermoso mosaico romano hizo que el doctor Carriazo iniciara una excavación. Pero comenzaron a llegar curiosos y cada uno se llevaba un trozo del mosaico, hasta que desapareció por completo. Junto a estos restos también aparecieron arranques de muros, utensilios caseros, vidrios, clavos, mármol de color, estucos de las paredes. Algo de ello se recuperó, pero mucho se perdió. Ni para el puente, ni para este hallazgo se ha dado una interpretación que explique la presencia de restos de tanta relevancia. Para añadir más misterio, García Rivero, cita una conversación con el historiador Joaquín González Moreno en la que éste narra que Romero Murube había visto en el Cairo un documento de época árabe en el que se afirmaba que en Alcalá hubo un puente de barcas.

El Castillo que se asienta sobre todo un cerro fortificado, guarda aún a pesar de las últimas excavaciones muchos secretos sobre la historia de la Alcalá medieval e incluso de más atrás. Junto a la muralla Norte aparecieron en una excavación realizada hace unos años los restos del pueblo medieval que creció arropado por las murallas y articulado alrededor del Santuario de la Virgen del Águila, que antes fue mezquita. Para evitar su deterior se optó por taparlos a la espera de nuevos fondos para acometer excavaciones que desentrañen más datos.

En las alcazabas del Castillo existe uno de los grandes misterios de Alcalá: la Sima. Un pozo muy profundo y situado en la zona baja de la fortaleza. Parece claro que debía ser un elemento de almacenamiento o de acceso a alguna fuente de agua, pero aunque en varias ocasiones se han sacado grandes cantidades de escombros de su interior, no se ha logrado llegar a su fondo. Las hipótesis se disparan. Un acceso al agua que circula por las galerías subterráneas que corren bajo el suelo de Alcalá y que se empleaban para abastecer a Sevilla, un túnel que permitiera la huida de los moradores del Castillo en caso de ataques…

Y es que el albero de la tierra alcalareña es un cofre cargado de tesoros en forma de historias.
Fuente:  ABC SEVILLA

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