La Edad del Cobre (3300 – 2200 a. C.) es uno de los momentos de la Prehistoria que más debates y controversias ha generado, y en buena medida se debe a que muchos investigadores sitúan en esta época la aparición y el afianzamiento de nuevas formas de jerarquización social desconocidas hasta entonces, las cuales terminaron por romper la estructura igualitaria y comunal que había caracterizado a las primeras sociedades humanas. Este debate ha sido especialmente intenso en el sur peninsular gracias a la magnitud de los vestigios conservados, con yacimientos como Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) verdadero ‹‹laboratorio›› internacional para investigar los inicios de la jerarquización social.
Últimamente, dicha temática ha cobrado un renovado impulso a partir de los estudios en otro de los yacimientos más importantes del sur peninsular: Valencina de la Concepción (Sevilla). Ubicado a diez km. de la capital hispalense, el asentamiento calcolítico de Valencina se levantó sobre una suave meseta en las inmediaciones de la paleodesembocadura del río Guadalquivir. Hasta la fecha, es el mayor enclave arqueológico conocido de la Prehistoria peninsular con más de 300 ha. de extensión en las que se distinguen un área de necrópolis y otra de poblado. Pero su verdadera importancia radica en que investigadores como Nocete han propuesto que en Valencina se desarrollaron formas de estratificación social tales que llevaron a la aparición del Estado y a que se convirtiera en un centro político que mantuvo el control sobre un amplio territorio en la Baja Andalucía durante el III Milenio a. C. Su privilegiada situación jugó además un papel destacado en su configuración, no sólo como centro territorial, sino también como ‹‹puerta de entrada›› del Valle del Guadalquivir, ya que es muy posible que desde Valencina se canalizaran buena parte de las redes de intercambios con otros puntos de la geografía peninsular y extrapeninsular.
Este proceso de jerarquización, desde un punto de vista teórico, vendría definido por la aparición de una élite capaz de apropiarse de más recursos que otros grupos sociales mediante la imposición de una coerción ideológica. La propuesta tradicional sugiere la creación de un sistema de producción comunitario como el almacenamiento de cereal para guardar un excedente que beneficie al colectivo en épocas de malas cosechas y cuyos beneficios pasarían de repartirse equitativamente a ser gestionados y, finalmente, enajenados por un pequeño grupo dentro de la sociedad. La posición de esta emergente élite ya no se basa en las reglas del parentesco, sino que se justifica ideológicamente por otro tipo de privilegios. Lo que empezó siendo una aportación para el bien grupal pasa a convertirse en un tributo que, de no realizarse, conllevaría graves sanciones sociales. Una buena forma de comprobar este acceso desigual a los recursos es mediante el estudio de cómo estaba organizada la producción, si efectivamente existieron especialistas a tiempo parcial y completo dedicados a actividades no subsistenciales y que por tanto necesitarían de lo que produjeran otros; si se desarrolló un sistema de intercambios a distintas escalas que sirviera para la acumulación diferencial de riquezas o bienes de prestigio; o si determinadas pautas y comportamientos sociales, como los rituales funerarios, tuvieron la finalidad de justificar y/o enmascarar la existencia de disimetrías dentro del grupo.
En este sentido, en un sector de Valencina se ha propuesto la existencia durante el primer tercio del III Milenio a. C. de una zona especializada dentro del poblado relacionada con trabajos de transformación de materias primas, principalmente metalúrgicas. Junto a una serie de construcciones interpretadas como hornos, cabañas, silos, etc; también se excavó una estructura ovalada cuyo estudio microespacial reveló una concentración de restos de marfil bruto junto a una sierra de cobre, y una segunda concentración de restos oseos trabajados, principalmente alfileres. La interpretación que se ha realizado es que se trataría de un taller artesanaldentro del cual se diferenciarían dos áreas productivas: una destinada a la manufacturación del marfil y otra al hueso.
Tradicionalmente se ha pensado que el marfil era un producto exótico de origen africano que habría llegado a la Península para ser intercambiado como objeto de prestigio y símbolo del estatus. Sin embargo, el taller de Valencina demostraría que también viajó en forma de materia prima para ser trabajado por artesanos locales, lo cual sería sintomático del grado de complejidad de la organización social del trabajo desarrollada en este asentamiento. Pero además, al respecto de su origen africano, las analíticas practicadas sobre los restos de marfil muestran que procederían del elefante asiático (elephas maximus). A nivel general, los estudios realizados porSchuhmacher y Banerjee sobre el origen y la procedencia de los objetos de marfil de los yacimientos calcolíticos peninsulares han revelado un cuadro sorprendente. En la parte suroriental de la Península el marfil encontrado provendría de elefante asiático, mientras que, por el contrario, en la mitad oeste el origen sería el elefante africano de las estepas (loxodonta africana). Todo ello dibuja una nueva realidad para la Edad del Cobre, en la que la Península Ibérica aparece inserta en varias redes de intercambio, atlántica y mediterránea, de productos exóticos, donde asentamientos como Los Millares, VNSP/Zambujal o Valencina jugaron un papel esencial como puertas de entrada y centros de redistribución de estos productos a nivel peninsular.
Valencina es además el único yacimiento en el que aparecen representados los dos tipos de marfiles. En la tumba 10.042 – 10.049 se documentó el enterramiento de un individuo al que le acompañaba como ajuar un colmillo de elefante, así como otros fragmentos brutos de marfil de ambas procedencias. Este hallazgo ha sido interpretado como la tumba de un artesano del marfil, y nos vuelve a poner de manifiesto el papel social y la importancia de Valencina como lugar de trabajo y producción de objetos de de este tipo, pero también como puerta de entrada a la que no solo llegaron productos exóticos para ser intercambiados como bienes de prestigio, sino que también se fabricaron localmente para ser redistribuidos hacia otros asentamientos peninsulares.
Así, la presencia de marfil asiático y africano hace que nos replanteemos muchos supuestos. No podemos seguir ignorando esta realidad ni asociando estos hallazgos a contactos esporádicos y puntuales. Tampoco debemos resucitar las tesis difusionistas, sino más bien todo lo contrario: repensar el espacio mediterráneo y atlántico del III Milenio a. C. como un mundo dinámico en el que se consolidaron unas vías de comunicaciones que venían siendo frecuentadas desde el Neolítico. No se trata de volver a explicar los orígenes de la jerarquización social en la Península como consecuencia de la llegada de gentes del Mediterráneo Oriental, sino que quizás la consolidación de estas redes extrapeninsulares tuviera relación con los procesos locales de desarrollo de dicha jerarquización con el surgimiento de grandes poblados con proyección territorial, como Los Millares o Valencina, y con la necesidad que las élites encontraron en la acumulación de bienes de prestigio como el marfil, el ámbar o el huevo de avestruz para justificar su posición social en un contexto ‹‹internacional›› en el que se estaban produciendo procesos similares.
Otra cuestión es vislumbrar qué tipo de intereses dominaron estas relaciones, sí se trataron de intercambios o si se puede hablar de un comercio propiamente dicho, basado en la existencia de un patrón de pesos y medidas normativizadas cuya fijación habría ahondado más en las desigualdades sociales. Para ello es fundamental saber qué productos peninsulares se intercambiaron por estos objetos exóticos. Gilman y Harrison ya propusieron la cerámica campaniforme en base a su aparición en distintos yacimientos del norte de África. Pero el fenómeno campaniforme se desarrolló en un segundo momento de la Edad del Cobre (2500 – 2200 a. C.) y, como hemos visto, los restos de Valencina son más antiguos. Otro candidato podría ser el metal de cobre, sin embargo, todavía no se han hallado restos fuera de la Península. Últimamente se ha planteado también la posibilidad de la sal, recurso que abundaría en las marismas de la paleodesembocadura del Guadalquivir. La sal tuvo una importancia vital para la ganadería prehistórica, y aunque existen estudios muy buenos sobre su explotación en la Edad del Bronce todavía no conocemos bien esta actividad productiva en el Calcolítico.
A falta de estudios de esta índole, lo que no deja indiferente a nadie es que el taller de Valencina evidencia de por sí un importante grado de complejidad en la organización social del trabajo y nos permite reflexionar en la línea que apuntábamos al principio sobre los inicios de la jerarquización social: los artesanos del marfil ¿fueron especialistas a tiempo parcial o completo?; ¿qué tipo de estructura social sostuvo y mantuvo a estos especialistas y qué sistema ideológico lo justificó?; ¿Estamos ante formas de explotación y de desigualdad social que nos hablan de la aparición del Estado durante la Edad del Cobre?; ¿El desarrollo de una sociedad estratificada sirvió para que Valencina exportara estas contradicciones sociales hacia otras zonas periféricas sobre las que mantuvo un control territorial? Las respuestas no están ni mucho menos claras, pero lo que sí lo está es que hay debate para rato.
Bibliografía|
GARCÍA SANJUÁN, L., VARGAS JIMÉNEZ, J. M., HURTADO PÉREZ, V., RUÍZ MORENO, T. Y CRUZ – AUÑÓN BRIONES, R. (Eds.), “El Asentamiento Prehistórico de Valencina de la Concepción (Sevilla): Investigación y Tutela en el 150 Aniversario del Descubrimiento de La Pastora”,Sevilla: Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2013.
GARCÍA SANJUÁN, L., LUCIAÑEZ TRIVIÑO, M., SCHUHMACHER, T. X., WHEATLEY, D. Y BANERJEE, A., “Ivory craftsmanship, trade and social significance in the southern Iberian Copper Age: the evidence from the PP4 – Montelirio sector of Valencina de la Concepción (Seville, Spain)”. European Journal of Archaeology, 2013 (en prensa).
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